Todo sobre la Renta Básica. Introducción a los principios, conceptos, teorías y argumentos.
José Iglesias Fernández, Josep Manel Busqueta

Primera parte: la globalización capitalista
La globalización es la expresión del capitalismo en su forma más totalitaria. José Saramago
0. El sistema capitalista: características fundamentales

    En la actualidad, el desarrollo del capitalismo como sistema de producción, distribución y consumo hegemónico sobre la tierra asume la forma y el modo de la globalización. Desde nuestra perspectiva, identificar las características fundamentales del funcionamiento del sistema capitalista reviste gran importancia para tratar, luego, de desentrañar los rasgos esenciales de la globalización. Para asegurar su supervivencia como sistema hegemónico, nos atrevemos a afirmar que la actual fase de desarrollo llamada globalización es la consecuencia del intento de reestructuración social y económico impulsada por el capitalismo tras la crisis de beneficios de la década de los 60.

    Según Marx, el punto de arranque del capital consiste en la generalización de la producción y circulación de mercancías, o sea, de bienes destinados al intercambio mercantil, con el objetivo de obtener un beneficio. Según este mismo autor, " la producción de mercancías y su circulación ampliada, el comercio, forman las premisas históricas en que surge el capital. La biografía moderna del capital comienza en el siglo XVI con el comercio y los mercados mundiales".

    A modo de concreción, Marx señala que la producción capitalista comienza allí donde un capital individual emplea simultáneamente a un número relativamente grande de obreros. La producción capitalista tiene, histórica y lógicamente, su punto de partida en la reunión de un número relativamente grande de obreros que trabajan al mismo tiempo, en el mismo suelo, en la fabricación de la misma clase de mercancías, y bajo el mando del mismo capitalista.

    A grandes rasgos, las características fundamentales que definen al capitalismo y que, esencialmente, podemos reconocer en todas sus fases de desarrollo, inclusive la actual, podrían concretarse como sigue.

    Si tuviéramos que determinar el objetivo fundamental, el motor del sistema, podríamos concretarlo en la búsqueda del mayor beneficio privado. En buena medida, el proceso fundamental del sistema se basa en la lógica de acumulación de capital, es decir, en que la inversión de capital tiene como finalidad la obtención de un beneficio con el que volver a invertir nueva y permanentemente, consiguiendo, de este modo, la supervivencia del capitalista, y el crecimiento del sistema en general. De este modo apreciamos que el capitalismo no puede existir sin el crecimiento generado por la producción de excedente. Necesita crecer como el ser humano necesita respirar. Si el capitalismo deja de acumular, de invertir, de crecer, entra en una crisis que incluso podría le podría llevar a su desaparición. (Miren Etxezarreta, 2001) Bajo esta restricción fundamental, que supone la necesidad constante de beneficios y crecimiento, cabe notar además que la producción de bienes propia del capitalismo, no se orienta a la satisfacción de las necesidades de las personas y por ende de la sociedad, sino que tal producción, tiene como objetivo sólo la obtención de beneficios.

    Actualmente, se iguala con frecuencia el capitalismo con el denominado sistema de mercados, y se pretende considerar a este como un "sistema de asignación de recursos y coordinación de actividades". De acuerdo con la teoría económica convencional, se demuestra que, en este sistema de mercados, "donde cada individuo, buscando únicamente la maximización de su propio beneficio, conduce a la mejor situación posible para toda la sociedad". Luego, si el sistema de mercados es lo mejor para todos, de aquí se concluye que el capitalismo es también el mejor sistema que puede existir. El único problema es que, ni el mercado es ese ámbito de intercambio ideal, porque los diversos agentes que concurren al mismo no se relacionan en igualdad de poder. Es decir, cada vez más, las reglas del mercado, en términos del control de los factores productivos, de la toma de decisiones sobre lo que y el cómo se ha de producir, vender, investigar, innovar, etc., están determinadas por grandes empresas transnacionales que actúan en forma de oligopolios.7 El capitalismo actual está compuesto por estas unidades de poder económico que controlan enormes riquezas y gran parte de la actividad económica mundial.; a las empresas pequeñas, y a las personas individualmente, muy poco campo queda para perseguir y defender nuestros propios intereses. El sistema de mercados no es más que una careta para ocultar el rostro del capitalismo.

    En el sistema capitalista, la población se agrupa bajo dos grandes clases sociales diferenciadas. Por una parte, están los propietarios de los medios de producción, y por otra los no-propietarios de estos recursos productivos. En esta segunda clase se incluirán todas aquellas personas que únicamente disponen de la posibilidad de vender su fuerza de trabajo, como una mercancía más en el mercado de trabajo, como mecanismo que les garantice la posibilidad de conseguir los medios necesarios para satisfacer sus necesidades materiales.

    Queda tras el tupido velo de la esfera de la circulación del mercado, la esfera donde se gesta la explotación capitalista por excelencia: la producción. En ella, los trabajadores o propietarios de la fuerza de trabajo, desposeídos como están de poder disponer personalmente de la misma y de los medios de producción necesarios, mediante el contrato firmado con el empresario, deberán ejercitar toda su potencialidad productiva, para asegurar su reproducción (el salario que se cobra) y la mayor cantidad posible de plustrabajo. Plustrabajo que consiste en la parte de la jornada laboral que excede a la necesaria para la reproducción, parte del día que no es pagado, pero apropiado por el empresario. La generación de este plustrabajo por parte del trabajador y su apropiación por parte del capitalista conforman el pilar fundamental del proceso de acumulación capitalista; la llamada explotación.

    Otra característica fundamental del sistema capitalista es la competencia. Los capitalistas compiten entre sí, luchan entre ellos por la obtención de una parte mayor de los beneficios totales. Esta enorme competencia generada conlleva como consecuencia el hecho que los capitalistas mayores acaben por absorber a los pequeños empresarios. El capital se centraliza, al tiempo que los agentes productivos y financieros asumen unas dimensiones cada vez mayores, siendo necesarias cada vez mayores sumas de capital para afrontar nuevas inversiones. Esta concentración y centralización del capital, originada por la propia dinámica del sistema, genera la aparición de lo que se conoce como oligopolio, es decir, el que unos pocas empresas acaban controlando la oferta de un sector productivo concreto. Se da, paradójicamente, la negación de la libre competencia que los genera.

    Bajo el sistema capitalista, el Estado aparece como una institución fundamental al servicio de la clase capitalista, y que deberá garantizar las posibilidades de acumulación de los capitalistas implicados, creando el marco social y político adecuado.

1. La globalización capitalista

    La actual fase de evolución del sistema capitalista se desarrolla bajo el marco del fenómeno conocido como globalización. Esta se definiría como el intento de expansión del capital en todos los ámbitos geográficos y de actividad social, únicamente bajo las reglas del mercado y por tanto sin regulación pública.

    A modo de descripción general, cabe decir que este proceso está dominado por los grandes grupos industriales y financieros transnacionales en la búsqueda del máximo beneficio. Las reglas del juego políticas y sociales se definirán de acuerdo con los intereses de estos grandes grupos, con la cooperación de los estados, y en el seno de instituciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, y la Organización Mundial de Comercio, totalmente fuera del control de la ciudadanía.

    Es importante tener presente que el proceso de creación de grandes bloques regionales como la Unión Europea o el NAFTA, etc., cuya lógica parece contradecirse con el proceso de globalización, al que procura estructurar unos espacios económicos en unas determinadas áreas geográficas, representa una vertiente más del proceso de globalización. De esta forma, para los grandes grupos industriales, la existencia de grandes mercados cautivos, en el seno de estas grandes áreas sujetas a normativas exclusivas, representa la posibilidad de fortalecer sus estrategias productoras, comerciales y financieras, de cara a estar plenamente preparados para la competencia en el escenario mundial.

    1.1 Rasgos esenciales

La globalización supone la generalización de la transnacionalización productiva     Las poderosas empresas transnacionales constituyen su agente directo. Estas son las que adquieren el control del proceso y, en gran medida, su evolución depende de las necesidades de estos grandes grupos transnacionales. Estas empresas se caracterizan por operar en el mundo entero bajo capitales que son propiedad de agentes situados en los países del centro, que organizan su producción y comercialización a nivel global pero de forma muy jerarquizada y desigual. Constituyen redes formadas por empresas dispuestas alrededor del planeta, que se articulan las unas con los otras, según una pura racionalidad económica para la obtención del máximo beneficio en el mínimo tiempo posible. De este modo, una empresa francesa puede obtener crédito en Suiza, instalar los centros de investigación en Alemania, comprar máquinas en Corea del Sur, dividir su proceso productivo en las fábricas en China, Chekia, Francia, elaborar la campaña de marketing y publicidad en Italia, vender parte de su producción en los USA y tener sociedades subcontratadas en Polonia y Méjico.

    Esto supone importantes cambios cualitativos en lo que se refiere a las sociedades del mundo entero: Se utiliza la nueva estructura productiva para introducir mayor presión y competencia entre los trabajadores a nivel mundial, se internacionalizan y homogeneizan los modelos de consumo (entre aquellos con posibilidades de participar en esta esfera), las empresas transnacionales inciden de forma importante, dentro de los países susceptibles de recibir su inversión, sobre los contenidos en materia económica y social etc.

    Algunos datos suficientemente conocidos sirven para ilustrar esta situación así: Las empresas transnacionales controlan actualmente un tercio de la producción industrial mundial y realizan una cifra de negocios superior a la del comercio mundial. La mitad de comercio mundial consiste en transacciones internas entre las propias transnacionales; se da la circunstancia de que, entre las 100 mayores unidades económicas mundiales, incluyendo a los estados, 47 son empresas transnacionales.

La globalización supone el dominio del capital financiero     A pesar de la importancia en el control y dirección del proceso de globalización de los grandes grupos transnacionales industriales, en la actualidad es el capital financiero quien verdaderamente controla el proceso y conforma las estructuras de producción e intercambio de bienes y servicios.

    El capital financiero, que ya había sido muy poderoso desde finales del siglo XIX hasta la segunda década del siglo XX, fue relegado por el capital industrial debido a diversos acontecimientos: Primera Guerra Mundial, revolución soviética, crisis del 29, y II Guerra Mundial son hechos que originaron la necesidad de dar preponderancia de la producción real de bienes y servicios, más regulada y con un fuerte crecimiento económico. No obstante, este mismo crecimiento volvió a impulsar el desarrollo del capital financiero ya desde mediados de los años sesenta, cuando a través de los eurodólares se estimuló fuertemente la internacionalización de los flujos financieros.

    La crisis de los setenta, que redujo los beneficios del capital industrial y les llevó a refugiarse en la órbita de las finanzas, la enorme magnitud de los petrodólares que se reciclaban en los principales mercados financieros, las necesidades de préstamo de los países que acudían estos mercado para equilibrar sus balanzas de pago, condujeron de nuevo a una gran expansión del capital financiero en el mundo. Una parte sustancial del fenómeno de la deuda del Tercer Mundo se originó a través de todo este proceso.

    La constante innovación en el campo de los productos financieros, la creciente sofisticación de las instituciones financieras, así como los importantes cambios en el campo de las comunicaciones, han facilitado todavía más esta explosión y, además, ha potenciado las posibilidades para la enorme especulación financiera que tiene lugar en la actualidad, y que ha originado lo que conoce como la explosión de las finanzas. Pero no hay que confundirse y considerar que son los elementos técnicos los que impulsan esta dinámica, sino que estos no hacen más que facilitar una evolución, como siempre, generada por la búsqueda del beneficio de los grandes propietarios del capital.

    Los enormes flujos de dinero que circulan con extremada velocidad en el ámbito mundial se caracterizan también por:

    Debido al ritmo tan acelerado con que crece la magnitud de estos flujos financieros, los datos de estas variaciones siempre estarán un poco desfasados: a mediados del 1969 el volumen de las operaciones bancarias internacionales era del 1% del PIB mundial y alrededor del 10% del comercio mundial de las economías de mercado, mientras que a mediados de los 80 había llegado a representar el 20% de PIB mundial y más del 100% del comercio mundial. La globalización supone concentración y jerarquización     La globalización no produce interdependencia sino dominio. A menudo se utiliza la expresión globalización de forma legitimadora y perversa: como si los agentes que forman parte de la misma fuesen y se relacionaran entre iguales, diluyendo las relaciones de dominio, la realidad social de explotación fruto de la misma, oscureciendo por tanto la polarización social que genera el funcionamiento actual del sistema capitalista, tanto a nivel interno de cada país (donde se extiende la pobreza y concentra la riqueza) y a escala mundial entre regiones pobres y ricas. Pueden homogeneizarse ciertos valores sociales como el modelo de consumo, únicamente entre aquellas personas con capacidad de consumir, y ciertos elementos culturales, pero siempre se imponen los de los centros dominantes.

    La expansión del capital a nivel mundial se hace a diferentes niveles: Se buscan mercados en los países centrales (concentrándose en los países de la OCDE más del 70% de los mercados, producción, inversión y consumo) y reducción de costes en los países periféricos: bajos salarios, recursos naturales baratos, legislaciones laborales y medioambientales favorables prácticamente inexistentes, etc.

    Se da una clara concentración de la propiedad. Los agentes de decisión son cada vez menos y tienen cada vez mayor poder. Así por ejemplo más del 80% de los flujos mundiales de carácter financiero provienen y van destinados al área de la Tríada configurada por la UE-NAFTA-Japón y su área de influencia. Los mercados financieros de Londres, Nueva York y Tokio suponían el 67% de as transacciones en divisas mundiales de 1989 y el 71% en el 1992.

    Por tanto, la globalización es una globalización concentrada y jerarquizada, regida por poderosísimas organizaciones financieras y empresariales privadas, que en movimiento permanente crecen acumulando mayores cotas de poder económico.

    De aquí que sea totalmente erróneo vincular la globalización con la expresión interdependencia, que semánticamente proporciona la idea de igualdad.

La globalización como expansión total del capital     Además de la expansión geográfica del capital, una visión adecuada del proceso de globalización supone considerarlo como expansión del capital en todos los ámbitos de la actividad humana. Globalización en profundidad además de la globalización en extensión.

    En su lucha por el beneficio, el capital busca expandirse, no sólo territorialmente, sino penetrar en todos aquellos aspectos de la vida que hasta ahora habían escapado de su dominio. Des este modo se convierten en mercancía cada vez mayor cantidad de aspectos de la vida cotidiana: mercantilización del ocio: importancia del turismo, de la televisión de pago, del ocio entendido como el puro acto de consumo en el seno de las grandes superficies comerciales, etc., así como la mercantilización de las relaciones personales, y del conocimiento. Particularmente preocupante es observar como las empresas va convirtiendo en mercancía, a través de las patentes, lo que se ha dado en denominar ciencias de la vida; es decir, todos los elementos relacionados con la mejora de la salud y con la reproducción de los seres vivos: vegetales, animales y del propio ser humano. La globalización supone que todo se convierte en mercancía, algo que se vende, y que sólo pueden tener acceso a ello todas aquellas personas con capacidad de compra.

    El actual discurso acerca de la crisis del estado del bienestar y de la privatización de la mayoría de las empresas públicas, así como de la sanidad, la educación, las pensiones etc., responde al intento del capital privado de ocupar todas aquellas parcelas de la vida y la sociedad que le pueden ser rentables.

    La globalización también consiste en la supremacía del mercado como asignador de recursos. Son precisamente las necesidades de expansión del proceso globalizador las que determinan la política económica que se está desarrollando en el ámbito mundial y que se configura en lo que ha venido a denominarse como políticas económicas neoliberales. A medida que las empresas consideran imprescindible para su competitividad y rentabilidad la producción a escala transnacional, ejercen presiones crecientes sobre los gobiernos para que estos proporcionen las condiciones idóneas para su desarrollo a nivel mundial. Esto implica no sólo la liberalización creciente del comercio, sino también la libertad de entrada e igualdad de trato respecto a las inversiones nacionales.

    Las ingentes cantidades de flujos de capitales que circulan alrededor del mundo exigen una normativa totalmente favorable para su movilidad simultanea al control de las variables monetarias que consideran claves del mantenimiento de su valor ( inflación, tipo de cambio etc.), lo que conduce a que la estabilidad macroeconómica se convierta en el principal objetivo de la política económica. Evidentemente la construcción europea con el programa de ajuste de Maastricht redefinido posteriormente en el Pacto de Estabilidad, la independencia de los bancos centrales nacionales, así como la creación del Banco Central Europeo, autoridad en materia de política monetaria en el marco de la UE al margen del control de la ciudadanía, responden a los propósitos anteriormente señalados, con lo que se muestra de manera clara que el proceso de construcción europea, lejos de responder a los intereses de la ciudadanía, se configura con el objetivo de proporcionar posibilidades de beneficio y estabilidad a los grandes capitales transnacionales.

    Los estados, en esta fase del despliegue de la lógica capitalista, se convierten en uno de los agentes principales que preparan y organizan las sociedades facilitando y potenciando la acción de los grandes grupos económicos. Los estados ya no tienen, por ejemplo, una política productiva propia sino que su única política en esta materia consiste en hacer atractivos sus respectivos territorios para el capital transnacional. Evidentemente, una política fiscal y ambiental favorable, así como unos costes laborales lo suficientemente bajos junto con la flexibilidad laboral y una reducida conflictividad laboral etc., serán condiciones apreciadas por las grandes transnacionales en el momento de concretar sus inversiones y, por tanto, estas medidas se convierten en parámetros que son un objetivo prioritario para la mayoría de los gobiernos. La política de los gobiernos consiste en eliminar las regulaciones sociales establecidas para la mejora de la vida de las poblaciones, o que pongan algún límite a las operaciones de las empresas transnacionales. Así mismo, no solo se introducen regulaciones que favorecen la actuación del capital, tales como las patentes o facilitar la movilidad de personas, sino que los gobiernos apoyan las normas y prácticas que las propias empresas establecen en su ámbito de actuación; por ejemplo, las reglas referentes a impedir el uso libre del correo electrónico y de internet, establecidas por los monopolios informáticos

    Todas aquellas inversiones no rentables pero totalmente necesarias para el buen funcionamiento de la economía capitalista continuarán siendo financiadas a través de los presupuestos públicos (investigación básica, grandes infraestructuras de transporte, y todo aquello relacionado con el control de la población ya sean los gastos policiales, cárceles, gastos militares, etc., mientras se pretende ahorrar desvergonzadamente en todo tipo de gastos sociales.

    1.2 Viabilidad y consecuencias del modelo

    Se trata de un modelo económicamente vulnerable: el capitalismo actual no es el modelo de estabilidad y prosperidad que interesadamente nos describen. Está plagado de incertidumbre y contradicciones y es altamente vulnerable, dada la inestabilidad de la mayoría de las inversiones que se llevan a cabo. Un reflejo de esta dinámica lo encontramos en las crisis financieras que, con una periodicidad cada vez más corta, vienen sucediendo: crisis mejicana de Diciembre del 94 con repercusiones en múltiples países, crisis financiera asiática de 1997 y 98, crisis rusa y de Brasil, por citar algunas. Otros países se están desintegrando bajo el impacto de las estrategias neoliberales, como Argentina en este momento, y Nigeria hace unos pocos años.

    Los actuales modelos basados en la competitividad externa son insostenibles a medio plazo. La misma fórmula recomendada por el FMI y el BM, y aplicada en todos los gobiernos representa una paradoja. La situación real es que todos los países no pueden exportar en términos netos; alguno debe importar.

    La concentración de la riqueza, poder y producción en manos de los grandes grupos que controlan la economía mundial convierten en una imagen mítica y falaz el eje teórico central de todo el entramado del capitalismo actual: la búsqueda del ideal de competencia. Como botón de muestra, ahí están las constantes y crecientes fusiones empresariales: Boeing-Mcdonell, AOL y Time Warner en el campo multimedia, Glaxo y SmithKline en el campo farmacéutico.

El modelo es insostenible     Es bien sabido que más de la mitad de la población mundial padece hambre. El informe de comercio y desarrollo de 1997 de la Conferencia de las Naciones Unidas para el comercio y el desarrollo (PNUD) llegaba a la conclusión de que la globalización en su forma actual es responsable del incremento actual de las desigualdades mundiales. En 1965, la renta media personal de los países del G-7 (USA, Francia, Canadá, Japón, Inglaterra, Alemania e Italia) era 20 veces mayor respecto a la de los 7 países más pobres del mundo. En 1995 la diferencia era unas 35 veces mayor. La desigualdad y polarización de la renta también crece en el seno de las distintas sociedades.

    En la Unión Europea (UE), la dinámica actual de la economía capitalista supuso en a primeros de la década de los noventa, un empobrecimiento de más de 35     millones de personas, y alrededor de 18 millones de parados. En el Estado Español el número de pobres ralla los 8 millones mientras que los niveles de precariedad que asume la sociedad son claramente insostenibles: Así, a lo largo de la década de los 90, los contratos temporales crecieron continuamente, a la vez que se reducía su duración media. Entre febrero del 98 y en el mismo mes de 1999 el INEM registró 996.000 contratos, de los cuales el 91% fueron de carácter temporal. La tasa de temporalidad de los y las trabajadoras españolas (del 35% en el 95) triplica, según el Eurostat, la media del resto de la UE.

La globalización como un proceso de dinámica claramente autoritaria     El modelo de relaciones sociales que supone la globalización representa una negación profunda de la democracia. Las decisiones políticas y económicas claves están fuera del alcance de la ciudadanía. Según Ignacio Ramonet, 200 directivos controlan el destino del planeta. El G-7, G-5, FMI, BM, OMC, no responden a ningún tipo de control democrático. Los organismos directivos y los altos funcionarios que rigen estas instituciones no tienen ninguna vinculación democrática con las poblaciones a las cuales imponen sus políticas.

    Las medidas que se toman en el seno de estas instituciones están dirigidas y organizadas por los grandes lobbies de poder formados por las empresas transnacionales. Por esta razón, lobbies como la ERT, el TABD, la IN, la Red Europea de Servicios, y tantos otros, se convierten en los principales asesores de las medidas tomadas en el seno de las instituciones supranacionales.

Las consecuencias ecológicas del modelo     La evolución del modelo de producción y distribución impuesto por la globalización se basa en el uso intensivo de combustibles fósiles no renovables con un importante impacto ecológico a través, por ejemplo, de las grandes emisiones de gases como el CO2 o Nox causantes del efecto invernadero.

    El actual modelo de desarrollo tiende a concentrar la actividad económica relevante en las zonas metropolitanas, haciendo que la mitad de la población mundial viva prácticamente en grandes ciudades, convirtiéndolas en grandes megalópolis de los países periféricos y en núcleos de conflictividad, pobreza marginación y contaminación crecientes.

    Los países periféricos se ven obligados a sobre explotar sus recursos naturales, única fuente de divisas para muchos de ellos. Esto supone un incremento notable de la deforestación, ya sea por la tala indiscriminada de árboles, o por la creación de monocultivos, por las explotaciones mineras, y demás.

    En estos países no existen legislaciones ambientales, por lo que muchas de las prácticas industriales costosas en términos ecológicos se exportan a los mismo países periféricos, al igual que se vierten en ellos muchos de los residuos peligrosos originados por la actividad productiva actual. De este modo muchas de estas regiones del mundo se están convirtiendo en verdaderos estercoleros. Cada año mueren aproximadamente 3 millones de personas a causa de la contaminación del aire: más del 80% por respirar aire contaminado, así como más de 5 millones de personas a causa de enfermedades diarreicas ocasionadas por el consumo de agua contaminada.

    1.3 Ofensiva de la globalización

    En sintonía con el marco contextual de la globalización descrito hasta ahora, resulta evidente que el despliegue de la globalización capitalista en el Estado español está teniendo fuertes repercusiones a todos los niveles: social, económico, ecológico, y político. Vivimos un momento en que el bienestar social de la población está siendo atacado por el capitalismo en varios frentes. Como ejemplo: en el mercado de trabajo, en la esfera de los bienes públicos, y en el recorte o limitación de los derechos democráticos.

En el mercado de trabajo     Entenderemos por mercado de trabajo un espacio imaginario, que funciona basándose en la ley de la oferta y la demanda, y donde concurren los vendedores de una mercancía peculiar, la oferta de fuerza de trabajo (trabajadores) y los compradores de dicha mercancía (empresarios).

    Actualmente, tanto las nuevas tecnologías como el crecimiento constante de la escala de funcionamiento del capital permiten enormes aumentos de la productividad del trabajador, que sirven para expulsar del mercado a cantidades crecientes de trabajadores. En el marco de la lógica capitalista, donde el producto por excelencia de la economía de mercado es el plusvalor, los empresarios sólo considerarán útiles a aquellos trabajadores que sean necesarios y capaces de producir plusvalor. Incluso les vendrá bien la presión de los excluidos e inactivos sobre los ocupados, para que cuando aquellos acepten cualquier empleo por cualquier salario hagan tender a la baja las condiciones de los estables.

    Tal como señala A. Morán, una vez desaparecido el escenario político y económico que explica el período keynesiano, la seguridad de un empleo permanente a tiempo completo y durante toda la vida es una quimera para el 95% de la población activa: "la dinámica actual se caracteriza por la reducción del núcleo de trabajadores estables mientras aumenta la proporción de trabajadores temporales, precarios y a tiempo parcial. El total de parados, de asalariados a tiempo parcial, de personas cuyo salario es inferior al nivel de pobreza, los trabajadores pobres (woorking poor), y de personas que a pesar de su buena formación, no encuentran más que trabajos no cualificados, representa más del 40% de la población activa de EEUU y Gran Bretaña, y entre el 30 y el 40% en la mayor parte de los países de Europa". En el estado español, 6 de cada 10 asalariados ( 8 de cada diez asalariados menores de 25 años) están fuera de una relación laboral estable. Insistir en que trabajo siga siendo el elemento central de pertenencia y de cooperación social, o que pueda volver a serlo en el futuro capitalista, es sencillamente irresponsable.

    Estos niveles de precariedad, en constante aumento, no quieren decir que el trabajo asalariado se acaba. Lo que ocurre es que, al convertirse el empleo en un bien escaso en manos de los empresarios condiciona con más intensidad que nunca la vida de los trabajadores y trabajadoras. Estamos en la sociedad salarial más pura y dura.

    Teniendo en cuenta este marco general y coherentemente con el discurso del coro único y auspiciado por el capital se propugnará que:

    La CEOE reclama ahora que tales ayudas se extiendan con carácter general a la totalidad de la contratación indefinida, de forma que: En la esfera de los bienes públicos Con respecto a la naturaleza del Estado     Si, en cierta medida, la democracia debiera suponer la dominación de la economía por la política en beneficio de los y las ciudadanas, actualmente el proceso es inverso, de forma que lo que predomina es la lógica del mercado. Dice Ignacio Ramonet que todo se sacrifica y, en primer lugar, el bienestar del pueblo, a los imperativos de la economía global.

    A la reflexión de carácter global sobre el autoritarismo del capitalismo realizada anteriormente se le debe añadir el hecho que, en el ámbito interno, a los ciudadanos se nos está impidiendo la posibilidad de debatir y decidir acerca de temas tan importantes como son el republicanismo, el derecho a la autodeterminación, la elección popular directa de poderes tan fundamentales como el de presidente de Estado, el poder ejecutivo, e incluso el poder judicial. Incluso el llamado defensor del pueblo no puede tampoco ser elegido directamente por los ciudadanos a quienes supuestamente debe defender, sino que es elegido por la parte que puede atentar contra los derechos de los ciudadanos. El sistema democrático va convirtiéndose en una parodia, caricatura formal menta acartonada que cada vez frena todo intento de participación real del pueblo en los asuntos públicos. Con la excusa de atender la seguridad ciudadana, las libertades públicas están siendo recortadas sustancialmente, y, como lo demuestran las recientes manifestaciones antiglobalización, cualquier deseo de expresión popular es considerado altamente sospechosa, cuando no criminal.



    Notas.

7.  El supuesto modelo de mercado de competencia perfecta sólo sirve para enseñar la teoría de mercados en los libros sobre economía vulgar.


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